Responsabilidad y conciencia profesional de los enseñantes
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Fecha:
1988Publicado en:
Revista de educación. 1988, n. 285 ; p. 63-75Resumen:
Son conceptos difíciles de explicar, pero que tratan de definir la actitud interna y externa de los profesores, es decir, su modo de pensar y su repercusión en las relaciones exteriores. La conciencia profesional permite también, respetar obligaciones y derechos. Los profesores no tienen ningún poder dentro de su profesión, por tanto no tienen ninguna responsabilidad. No tienen que asumir las consecuencias de sus actos profesionales, ni individuales, ni colectivamente. Tienen un poder absoluto sobre las notas que ponen, y a través de ellas sobre la selección, así como sobre la organización cotidiana de su trabajo y, en particular, sobre la forma de dar clase. Es extraña esta situación del profesor, tiene un poder absoluto sobre las clases que imparte y sobre los alumnos y un no poder no absoluto sobre la enseñanza y el aprendizaje. Esta contradicción, el no poder se vive como impotencia del niño frente a la omnipotente administración y que, en compensación, se le confiere una omnipotencia sobre la clase. Los profesores tienen libertad de organizar su enseñanza como les parezca mejor. Poder absoluto e irresponsabilidad son las condiciones ideales para la resistencia frente al cambio. Aún, si los profesores pudieran sacar de ese poder monopolístico (enseñanza) sobre la formación intelectual de la juventud, un placer que compensase su malestar colectivo. Pero, no es así y tales placeres son extraños a su ideología. Para el Ministerio de Educación Nacional el monopolio es sólo el resultado no buscado de un ideal de servicio público. Y la virtud llamada conciencia profesional está ahí, en principio, para limitar los excesos potenciales del monopolio y proscribir todo placer consciente en el ejercicio del poder absoluto.
Son conceptos difíciles de explicar, pero que tratan de definir la actitud interna y externa de los profesores, es decir, su modo de pensar y su repercusión en las relaciones exteriores. La conciencia profesional permite también, respetar obligaciones y derechos. Los profesores no tienen ningún poder dentro de su profesión, por tanto no tienen ninguna responsabilidad. No tienen que asumir las consecuencias de sus actos profesionales, ni individuales, ni colectivamente. Tienen un poder absoluto sobre las notas que ponen, y a través de ellas sobre la selección, así como sobre la organización cotidiana de su trabajo y, en particular, sobre la forma de dar clase. Es extraña esta situación del profesor, tiene un poder absoluto sobre las clases que imparte y sobre los alumnos y un no poder no absoluto sobre la enseñanza y el aprendizaje. Esta contradicción, el no poder se vive como impotencia del niño frente a la omnipotente administración y que, en compensación, se le confiere una omnipotencia sobre la clase. Los profesores tienen libertad de organizar su enseñanza como les parezca mejor. Poder absoluto e irresponsabilidad son las condiciones ideales para la resistencia frente al cambio. Aún, si los profesores pudieran sacar de ese poder monopolístico (enseñanza) sobre la formación intelectual de la juventud, un placer que compensase su malestar colectivo. Pero, no es así y tales placeres son extraños a su ideología. Para el Ministerio de Educación Nacional el monopolio es sólo el resultado no buscado de un ideal de servicio público. Y la virtud llamada conciencia profesional está ahí, en principio, para limitar los excesos potenciales del monopolio y proscribir todo placer consciente en el ejercicio del poder absoluto.
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