La formación religiosa en la enseñanza superior
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Fecha:
1941Publicado en:
Revista nacional de educación. 1941, n. 2 ; p. 51-71Resumen:
Como consecuencia de las influencias humanistas y la Reforma protestante que divide a los cristianos europeos, la Iglesia ha ido perdiendo adeptos a lo largo de los siglos. Para contrarrestar los efectos de un creciente ateísmo en España se impone una reforma de la educación religiosa hacia mediados del s.XX. La formación religiosa se imparte de forma metódica y cotidiana en la enseñanza primaria y secundaria, pero resulta insuficiente. La posición del Estado ante el problema es una nueva organización de los estudios superiores donde se incluya la formación religiosa, en definitiva una educación literaria, social y religiosa. Para llevar a cabo esta reforma se piden donaciones y mecenas que financien los nuevos cursos que se van a impartir. Se establece un mínimo de cuatro años de estudio, la aparición de una serie de instituciones complementarias para llevar acabo dichos estudios: bibliotecas, círculos de estudios, la publicación de una revista, etc., y se reclama una seria formación filosófica que se encuentra desterrada de los planes de estudio universitarios. Para introducir el estudio de la materia religiosa, se exige que las Facultades y escuelas dejen libres las tardes de los miércoles y sábados, para que todos los alumnos asistan a los cursos de cultura religiosa y cursen sin problemas el plan de estudios religiosos fijado. La práctica cristiana no debe ser relegada a una segunda categoría y deben cumplirse las normas de la legislación canónica tocantes a la enseñanza superior religiosa.
Como consecuencia de las influencias humanistas y la Reforma protestante que divide a los cristianos europeos, la Iglesia ha ido perdiendo adeptos a lo largo de los siglos. Para contrarrestar los efectos de un creciente ateísmo en España se impone una reforma de la educación religiosa hacia mediados del s.XX. La formación religiosa se imparte de forma metódica y cotidiana en la enseñanza primaria y secundaria, pero resulta insuficiente. La posición del Estado ante el problema es una nueva organización de los estudios superiores donde se incluya la formación religiosa, en definitiva una educación literaria, social y religiosa. Para llevar a cabo esta reforma se piden donaciones y mecenas que financien los nuevos cursos que se van a impartir. Se establece un mínimo de cuatro años de estudio, la aparición de una serie de instituciones complementarias para llevar acabo dichos estudios: bibliotecas, círculos de estudios, la publicación de una revista, etc., y se reclama una seria formación filosófica que se encuentra desterrada de los planes de estudio universitarios. Para introducir el estudio de la materia religiosa, se exige que las Facultades y escuelas dejen libres las tardes de los miércoles y sábados, para que todos los alumnos asistan a los cursos de cultura religiosa y cursen sin problemas el plan de estudios religiosos fijado. La práctica cristiana no debe ser relegada a una segunda categoría y deben cumplirse las normas de la legislación canónica tocantes a la enseñanza superior religiosa.
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